miércoles, 14 de agosto de 2013

Las ideologías políticas, el infinito y la necesidad de un entorno competitivo

(Nota: Este blog debe ser entendido como el desarrollo y presentación de una idea, por ello, si es la primera vez que lee sobre Democracia Participativa Gobedana, le recomiendo comenzar por la primera página  y continuar desde allí)

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Sucede con las ideologías políticas que se comportan como la idea del infinito. Los griegos argumentaban que el espacio era infinito porque si alguien declaraba que había llegado al final bastaba con extender el brazo para que el espacio se ampliase y a sí todas las veces que hiciese falta. Es el mismo razonamiento que se empleó para demostrar que la serie de los números naturales es infinita; si escribimos un número cualquiera, todo lo grande que se quiera, y decimos que es el último numero natural, siempre podemos sumarle un uno a dicho numero y así sucesivamente.
Sucede igual con las ideologías políticas, tienden, a expandirse y no tener un final, y esto sirve para cualquier ideología, pongamos el caso de dos comunistas discutiendo, luego pondré el caso de dos liberales, para que nadie se ofenda o para que se ofenda todo el mundo por igual, si lo prefiere. Lo normal es que en esto de las ideologías cuando hablan dos seguidores intenten ver quien “mea más lejos”. Así pues pueden llevarse las cosas muy lejos, absurdamente lejos.  Por ejemplo la idea de “igualdad” o de que no debe haber “propiedad privada”. Un seguidor moderado dirá que el comunismo tiene que ver con que sea pública la posesión de los medios de producción, como las máquinas industriales o la tierra agrícola, por ejemplo, pero habría quien diría que las casas familiares no tienen porque ser privadas y que muy bien puedan ser ocupadas por más de una familia, incluso que cualquiera pueda trasladarse a vivir a cualquier casa, con independencia de que otro ya la ocupe, incluso puede ponerse en cuestión la idea de matrimonio ya que todo ha de estar en función de la comunidad y a la disposición de todos y que la idea de poseer una pareja no deja de ser una idea burguesa de posesión; incluso los hijos tienen que quedar a disposición de las decisiones del estado, puesto que los padres no pueden pretender egoístamente poseer a los hijos que evidentemente existen gracias a la comunidad y para la comunidad… como se ve, siguiendo la lógica de que no debe haber propiedad privada y que los intereses generales están por encima de los generales se pueden llegar a decir cosas muy poco, cuanto menos, prácticas. ¿Por qué no compartir la ropa o el cepillo de dientes? De manera que fijar hasta donde deben llegar los principios teóricos del comunismo se convierte en una cuestión imposible de resolver porque el límite se aleja  a cada paso que damos para alcanzarlo; siempre alguien puede "extender la mano" o "mear más lejos" y decir que el límite de hasta dónde puede llegar el Estado o el límite a la igualdad en el comunismo, queda más allá. En estos casos los que se ven sobrepasados por sus compañeros más radicales apelan siempre a “ser razonables” ¿pero qué es lo razonable? y ¿Quién lo decide?

Con el liberalismo sucede lo mismo, por ejemplo, actualmente los liberales hablan de que los padres deben disponer de un "cheque escolar" que le sea entregado por el gobierno, de manera que cada familia elige libremente el colegio al que quiere enviar a sus hijos, sin que el Estado le diga donde puede o no hacerlo, y pagar con el cheque al centro educativo. Pero alguien “más liberal" podría decir que el Estado, con el dinero de los ciudadanos, no debe pagar la educación de nadie o, aún más, por qué el Estado se cree en el derecho a forzar a que los padres escolaricen a sus hijos o impedir que los hijos trabajen junto a sus padres desde jovencitos ¡Cada persona ha de ser libre para educar a sus hijos como crea conveniente! ¡Faltaría más!... Y así entramos en la vieja discusión sobre cuál ha de ser el límite de la libertad individual. Lo mismo sucede con la vieja discusión sobre cuál debe ser la dimensión del Estado, evidentemente sea cual sea la dimensión del Estado y sus competencias, el más liberal será el que dé un paso más en proponer un Estado más pequeño y, ya puesto. porque tiene que haber un Estado, la sola idea de Estado ofende a un liberal de verdad; lo que realmente un hombre necesita es sólo un buen rifle. De esa manera, unos liberales llegarán a ser tachados de conservadores, incluso socialistas, por otros más ultra liberales, lo que es sarcástico y muy divertido, al menos a mí me lo parece cuando he tenido la oportunidad de asistir a una de esas discusiones entre "hermanos”. Los liberales más comedidos, como los comunistas menos radicales, apelarán a lo razonable pero una vez más ¿qué es lo razonable y quién lo decide?
Con todo esto no quiero decir, ni mucho  menos, que las ideologías sean absurdas y que tienen que desaparecer en un hipotético futuro con participación democrática de los gobedanos, todo lo contrario. Las ideologías, organizadas en partidos políticos o no, en un futuro  tendrán que seguir inspirando propuestas e ideas convenientes para solucionar los problemas que se vayan planteando. Además, estas ideologías tendrían una contención y una medida que le vendrían impuesta por la competencia con las demás ideologías con las que chocaría en cada votación. Digamos que “lo razonable”  y “los límites” para las ideologías los marcaría la propia ciudadanía con sus decisiones... sus votos.
 Me gustaría hacer ver a las personas que defienden ideologías que cualquier ideología fuera de un entorno competitivo con otras ideologías tiende a convertirse en absurda y peligrosa; como cualquier “animal” en un entorno en el que carece de competencia empieza a multiplicarse hasta que daña su propio ecosistema. Allí donde una ideología se ha impuesto sobre todas las demás no ha tardado en intentar cambiar las reglas del juego a su favor y llevar sus propuestas hasta el absurdo… y el absurdo no es otro que el deteriorar a la propia sociedad, poniendo la ideología, y el bienestar de los que la sustentan claro está, por encima del bienestar de la sociedad.
Para ser justos, siempre sucede, y resulta muy humano por no decir biológico, que ante la aparición de una novedad de cualquier tipo comenzamos a experimentar con ella explorando los límites de su uso y aplicación, hasta que finalmente se llega al punto donde la novedad no solo pierde lo que tuvieran de bueno sino que comienza a resultar dañina. Estamos obligados biológicamente a explorar; en la práctica esto implica llevar las cosas al límite, al absurdo. Sucede allá donde miremos; con las modas en el vestir, con la tecnología, la manera de hablar o con las ideas. Comenzamos a acortar o alargar los bañadores hasta que dejan de ser prácticos para bañarse; algunos comienzan con un tatuaje discreto y terminan convirtiéndose en lienzos; descubrimos una coletilla y la usamos en cada frase hasta que termina no significando nada; comenzamos con el motor de explosión y terminamos enterrados en humo; empezamos a usar tecnología de la comunicación hasta que nuestra intimidad y nuestro descanso se ven amenazados. Para las personas, incluso toda una sociedad, inmersas en esta “exploración” parece que la novedad en si es un valor en sí misma de manera que se pone por delante de la misma supervivencia, hasta que, por necesidad, tenemos que parar si no queremos morir en el intento.
El mundo de las ideas no es distinto, por ejemplo a principio del siglo XX la idea de nación o la de clase social y, en general, la idea de que el individuo estaba al servicio de los proyectos políticos y las grandes ideas sociales eran la moda, y la ley, de esa manera millones de personas murieron explorando los límites del fascismo y el comunismo. Después, como era de esperar, nos movimos al otro extremo, de modo que el individuo. la idea de individuo, se puso por encima de cualquier otra, como la nación o la propia familia; en todo y en todas circunstancias el individuo era lo más importante. Fue en la posguerra, inmersos en ese nuevo credo cuando que se parieron, los nuevos mandamientos divinos, los famosos Derechos Humanos, que no dejan de ser un exceso, aunque no resulte fácil de apreciarse en este momento, ni, en consecuencia, políticamente correcto decirlo aquí ni ahora; pero alguien tiene que empezar a decirlo.
De manera que no podemos ser muy duros con las ideologías; en el fondo los ideólogos son exploradores que cargan con la carga de llevar las ideas hasta el límite, alguien tiene que hacerlo, lo que no podemos hacer es seguirles ciegamente ni, lo contrario, dejar pasar lo que de bueno puedan traernos de sus viajes.

Se podría argumentar que el hincapié que hacemos aquí sobre la participación es una suerte de fundamentalismo democrático y, efectivamente, lo sería si creyésemos que la democracia está por encima de la supervivencia misma de la sociedad y las personas; pero no creemos esto, lo que aquí mantenemos es que ha llegado el momento de mas democracia no que la democracia sea valiosa en sí, dicho de otra manera, y por si no ha quedado claro, cualquier forma de gobierno que se ha dado o se pueda dar en el futuro incluyendo las denostadas dictaduras no son peores que las democracias, todo depende de las circunstancias en las que está inmersa una sociedad. Así pues aquí no defendemos la democracia, en concreto la participativa, por que creamos que sea superior en términos absolutos, sino porque creemos que es la más adecuada para nuestra sociedad en el momento actual por las razones que hemos argumentado en las primeras entradas del blog. De hecho ni siquiera proponemos un modelo puro de participación sino uno mixto en parte participativo en parte representativo, y que sea la propia sociedad la que fije cuál debe ser la proporción.

Me gustaría terminar insistiendo, como siempre que tengo oportunidad, que ni las ideologías, ni los partidos que las inspiran, deben oponerse a la Democracia Representativa  Gobedana, ni percibirla como una amenaza, si es que no temen competir con las demás ideas e ideologías. Es más, la participación directa de la gente con sus votos en la toma de decisiones, es el entorno más deseable que se pueda concebir, en este momento de la historia, para extraer todo lo mejor de cada ideología y ponerlo al servicio de la sociedad.

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